sábado, 3 de enero de 2015

EL LAGO

Javier se quedó dormido, desnudo, en la orilla del lago, era un lugar tranquilo y que no conocía casi nadie, lo descubrió de niño cuando, durante unas vacaciones, se perdió de sus padres mientras hacían una excursión, cada vez que necesitaba estar solo solía volver a perderse por allí.
   Lo despertaron unos caprichosos rayos de sol que se filtraron entre las ramas de los árboles, el agua, la brisa, un sueño, o tal vez la combinación de todo, fueron la causa de que su pene apareciese erguido, desafiante, incitante.
   Era algo a lo que estaba acostumbrado, casi siempre, al despertar, lo hacía empalmado, pero a lo que no estaba acostumbrado era que, al despertar, una hermosa mujer estuviera desnuda mirándolo, sobre todo cuando estaba en el lago, a decir verdad, en el lago nunca había visto a nadie en la época que el solía ir.
   —No creí que habría nadie por aquí —dijo él.
   —Tampoco yo, pero me alegro de no estar sola.
   — ¿Llevas mucho tiempo ahí?
   —El suficiente para ver como iba creciendo tu sexo, no quería despertarte, me gustaba ver como crecía e intentaba imaginar que estarías soñando, parecía muy placentero a juzgar por tu cara, esperaba de un momento a otro ver como te corrías.
   —Por desgracia no puedo recordar que era lo que soñaba, pero tu si puedes ver como me corro si quieres.
  
   La muchacha se levantó, estaba sentada dentro del agua, posiblemente en una roca, y andó hacia él provocando unas pequeñas olas en las tranquilas aguas del lago, y mientras se besaban la muchacha comenzó a acariciar con la punta de sus dedos el pene, recorriéndolo de arriba a abajo durante varias veces, después lo hizo con la palma de la mano y dedicó algún tiempo a acariciar los testículos.
   El mientras acariciaba los pechos de la muchacha, eran mas bien pequeños, con duros y erguidos pezones que él apretaba ligeramente de vez en cuando, y sus manos se deslizaban por la piel suave y húmeda, recorrían cada espacio, cada rincón, aferrándose a sus nalgas y adentrando sus dedos en la vagina.
   Ella aferraba también el pene y lo apretaba ligeramente mientras comenzaba a masturbarlo y se colocó encima de él ofreciéndole su sexo para que lo lamiera mientras seguia masturbandolo. La lengua de él comenzó a lamer, a entrar y a salir de aquella cueva de placer, provocando gemidos en muchacha que se tradujeron en un incremento del ritmo sobre el pene y a introducirlo de vez en cuando en su boca, a recorrerlo con la lengua desde los testículos al glande y viceversa, ambos gemían y disfrutaban el momento, hasta que con la un espasmo de placer el semen fue expulsado del pene a borbotones salpicando la cara de la mujer, ella, lo que pudo, lo recogió con la lengua y lo que no con los dedos, y lo llevó todo a su boca.
   —Me encanta ver como te corres, me encanta el sabor de tu semen, y ahora... quiero que me penetres.
  Lamió hasta los últimos resto de semen del pene antes de introducirselo en la vagina y comenzó a subir y bajar, primero lentamente, y poco a poco más rapido, a frotarse, a trazar círculos, a contraer sus músculos vaginales para sentir mas el pene en su interior, él frotaba el clitoris de ella con el pulgar mientras levantaba su pelvis como queriendo meterse más dentro de ella. Un eco de placer resonó cuando ambos alcanzaron el orgasmo en el lago.